En este artículo te vamos a resolver uno de los dilemas más interesantes del mundo culinario: ¿se pueden congelar los quesos? Aunque es tentador guardar estos deliciosos alimentos en el congelador, no todos soportan esas bajas temperaturas. Para algunos, este derivado lácteo es una auténtica delicia que merece ser tratado con el máximo cuidado, así que vamos a ver cuáles se pueden congelar y cuáles no.
En qué radica la congelación de los quesos
En el mundo de la gastronomía, congelar estos alimentos es un arte sutil que mezcla la ciencia de los cambios de temperatura con las características únicas de cada variedad. La capacidad de este lácteo para soportar la congelación, sin sacrificar su esencia, radica en su estructura y cantidad de humedad.
En otras palabras, el éxito en esta operación está en conseguir un equilibrio entre el agua y las proteínas presentes en el alimento.
Quesos que se pueden congelar
A continuación, verás una lista de tipos que puedes meter, sin problema, en el congelador:
- Duros: Los que tienen una textura firme y baja humedad, como cheddar, gouda, emmental y parmesano. Asegúrate de cortarlos en trozos más pequeños o rallarlos antes de meter en el congelador, así facilitas su descongelación y uso posterior en recetas, como pastas y gratinados.
- Semiduros: Variedades como edam, havarti y gruyer también pueden ser congelados. Un consejo útil es que los prepares en trozos manejables y los guardes en bolsas herméticas o envueltos en papel de aluminio.
- Algunos untables: Quizás te sorprenda que este tipo de alimento pueda conservarse bien a bajísimas temperaturas. Lo cierto es que corres el riesgo de que la textura varíe ligeramente, así que mézclalo bien después de sacarlo del congelador. Son perfectos para dips y salsas.
- Frescos: Variedades como la ricotta y el cottage son también aptos para este proceso. Al descongelar, es posible que se vuelvan un poco más húmedos, por lo que te recomendamos que los uses en recetas cocinadas, como lasañas.
Las variedades que solo debes dejar en la nevera
Cuando se trata de la congelación de ciertos alimentos, nos encontramos con un fenómeno fascinante y un tanto enigmático: algunos no pueden soportar las bajas temperaturas. Teniendo muy presente los sabores lácteos, es esencial comprender qué características específicas hacen que ciertos alimentos se resistan a la congelación y se aferren a su integridad. Aquí te mostramos algunos ejemplos y las razones que lo motivan
- Blandos: Variedades como brie, camembert y el de cabra tienden a cambiar su textura y sabor cuando se congelan. La humedad en su interior puede cristalizarse y arruinar su calidad. Mejor mantenlos en la nevera y consúmelos frescos.
- Azules: Los europeos, como el roquefort y el gorgonzola, también son proclives a cambiar en la textura y el sabor después de ser congelados. Su naturaleza cremosa puede alterarse, así que evita hacerlo con estos.
- Cremosos de untar: Los untables muy cremosos, como el mascarpone, no se llevan bien con el congelador. Su consistencia puede volverse grumosa y poco apetitosa.
- Los de alta humedad y textura suave, como el feta: Quedarán desmejorados tras una estancia a bajas temperaturas. Su estructura cambiará y no serán ideales para degustar tal como son.
- Añejos: Los italianos, el parmesano y el grana padano tampoco son los mejores amigos de este electrodoméstico. Estas variedades ya tienen una textura firme y desmenuzable, y las bajas temperaturas podría afectar negativamente su sabor característico.
Consejos para congelar estos alimentos
A la hora de congelar estos alimentos, hay algunas pautas clave que te ayudarán a mantener su sabor y textura en su mejor estado. En primer lugar, y como ya hemos dicho, prepara la cuña cortándola o rallándola, en porciones adecuadas para su uso futuro. Esto facilitará la descongelación y permitirá un manejo más sencillo cuando lo necesites.
A continuación, envuelve cada porción en papel film para asegurar una envoltura hermética. Asegúrate de sellar bien los bordes para evitar la entrada de aire, lo que podría afectar la calidad.
Para darles mayor seguridad, coloca las porciones envueltas en bolsas de congelación herméticas. Esto evitará que absorban olores y sabores no deseados del congelador. No olvides etiquetar cada una con el tipo de queso y la fecha de congelación para mantener un registro ordenado y utilizarlos en el orden correcto.
Una vez que estén bien envueltos y etiquetados, colócalos en el congelador lo más rápido posible. Una congelación rápida ayudará a conservar la textura y el sabor, al evitar la formación excesiva de cristales de hielo. Cuando quieras usar un queso congelado, no tardes en devolverlo al congelador. Evita descongelar a temperatura ambiente, ya que esto puede alterar su textura.
En definitiva, dependiendo de la variedad de quesos, estos son más o menos susceptibles de congelación. Entre los que más aguantan las bajas temperaturas están los duros, semiduros y los frescos. En el lado contrario, están los azules y los blandos.